La violencia estructural del Estado
- Editorial
David Laguillo
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- La violencia no es el camino, pero un Gobierno-Estado que estruja a sus ciudadanos se arriesga a que ocurra
Se habla mucho estos días, después del 22-M, de la palabra violencia. Hay que condenar sin paliativos el recurso a la violencia, pero no solo hay que condenar que alguien intente abrirle la cabeza a un policía con una piedra, sino que también hay que condenar y desterrar para siempre la violencia estructural del Estado, que aprisiona y ahoga a sus ciudadanos hasta tal punto que la presión sobrepasa y existe riesgo de explosión.
En España es intolerable que si usted, por ejemplo, tiene un conflicto con la administración, esta tenga de su lado todas las herramientas -que usted paga, por cierto- para hacer que su reclamación se hunda.
Un ejemplo práctico: si usted considera una barbaridad la subida anual constante del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) comprobará que da igual lo injusto que sea el aumento imparable de este absurdo impuesto, usted no podrá reclamar la cantidad ni conseguirá nada quejándose: la maquinaria del Estado está en su contra.
Más ejemplos: el paro, la emigración de jóvenes con talento, la justicia de pago solo para ricos, y retrógradas políticas hacia la inmigración y hacia los derechos de las mujeres. Estos ejemplos son muestras claras de violencia estatal hacia sus ciudadanos, por no mencionar las subidas de impuestos, la sanidad, la educación, la censura, los intentos de amedrentar la expresión ciudadana, y la eterna y larga sombra de la corrupción sobre quienes tienen mando en el gobierno. ¿Más? Intente usted negociar algo, por pequeño que sea el tema, con Hacienda, con la Seguridad Social, o con cualquier otra extremidad nacional, regional o local del Estado.
Son detalles de violencia, quizá pequeños de forma independiente. Pero la suma forma un cóctel demasiado potente como para ignorar que las condenables escenas de violencia tienen su origen en una violencia estructural mucho más fuerte: una presión enorme y constante sobre los ciudadanos, que ya parecen no aguantar mucho más.
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