Lost in Cataluña | Editorial

Cataluña podrá ser lo que los catalanes quieran ser. Pero, como muchas veces, las cosas no son par o impar; blanco o negro; arriba o abajo: siempre hay matices.
Creemos que es justo que también debe contar la opinión de los extremeños, los madrileños, los gallegos, o los cántabros. ¿Opinión vinculante? No, quizá no, pero sí tienen derecho a opinar sobre la posible separación de un miembro de lo que hasta ahora ha sido un cuerpo humano con diferentes extremidades, más o menos bien avenidas.
No hay que tener miedo a las urnas. No hay que tener miedo a la opinión ciudadana, porque si se aplasta y se acalla la opinión popular, la opinión de los catalanes y del resto de españoles sobre el futuro de Cataluña, el problema de fondo se enquistará y dará lugar a más problemas en el futuro.
Por eso, es bueno saber la opinión de un pueblo sobre su futuro. Sin embargo, no debemos olvidar que los catalanes no han votado sobre su independencia, aunque desde el gabinete y la maquinaria publicitaria de Mas se ha intentado vender las pasadas elecciones como un falso plebiscito.
Pedimos mesura a todos los actores implicados, especialmente a quienes guiarán a partir de ahora los designios de Cataluña y de España: tanto si Cataluña se va como si Cataluña se queda en España, tantos años de unión no se borran de un plumazo. Seguirán los indisolubles lazos de solidaridad que han unido a todos los pueblos durante la historia. Así nunca podremos decir que perdimos Cataluña, solo será un: «Hasta pronto, que os vaya bonito».
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