Rajoy, el estratega
- Editorial
David Laguillo
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Que Mariano Rajoy -en la fotografía de archivo, durante su visita a Santander en la campaña electoral de 2011- debe pensar seriamente en irse más pronto que tarde es una obviedad que cualquier persona en su sano juicio aceptará como incontestable.
Rajoy, el estratega, ha pensado que el silencio es la mejor estrategia para no disipar ninguna de las numerosas dudas a su alrededor. La población, sin embargo, toma esta falta de transparencia como un insulto. Incluso muchos de sus propios votantes ya piensan que tiene que marcharse ante las evidentes y duras sombras de la duda.
Mientras permanezca sentado en el sillón de la presidencia, el daño que su presencia causa a la tristemente famosa Marca España es de dimensiones incalculables.
Se nos ha intentado vender tantas veces la necesidad de entender que la Marca España tiene una enorme importancia para definir lo que piensan de nuestro país fuera, con parámetros de calidad y honestidad, que es lógico entender que pidamos, o más bien exijamos, la misma calidad y honestidad sin tacha al gobierno y a su cabeza más visible. Dar ejemplo, lo llaman.
El relevo de Rajoy por otro líder u otra lideresa debe realizarse cuanto antes, y sin dramatismos. No es necesario pensar o hacer pensar a la población que es un drama sustituir a un presidente cuando sus nulas cualidades han quedado patentes, además de las más que serias sospechas de presunta corrupción sobre el partido y sobre su persona.
España tiene muchos defectos, pero es un país maduro y sabrá aceptar sin mucho problema que el actual «estratega» que ocupa La Moncloa sea sustituido por otra persona, sustituido por alguien capaz de cumplir los más estrictos criterios de limpieza, honestidad y transparencia.
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