Desde la TV a palos con el agua
Por Manuel Haro Alcalde
{xtypo_dropcap}C{/xtypo_dropcap}uando escuchamos la tópica frase «no da un palo al agua», enseguida la identificamos con alguien que eso de trabajar no aparece en su «diccionario».
De vez en cuando, nos damos un «paseo-zapping» por los distintos canales de TV con el propósito de ver qué se cuece en los diferentes fogones y es ahí donde escuchamos a menudo aquello de «yo trabajo aquí».
No tendría nada de extraño si la referencia fuera cierta ni me llevaría unos minutos de reflexión, pero es que lo llamativo es cuando esa frase, «yo trabajo aquí», la pronuncian personajes que precisamente suelen ser de los que «no dan un palo al agua».
En «Tele-5» hay varios ejemplos. No daremos nombres porque, por un lado, están en la mente de todos y por otro, seguramente estaríamos expuestos a eso que tanto les gusta a los famosos cuando no dicen de ellos cosas agradables, es decir, demandas, querellas y otros asuntos que solo sirven para atascar más los juzgados, como si los jueces no tuvieran cosas más importantes en qué dedicar su tiempo.
Le llaman «trabajar» a despatarrarse en sillas, mesas o lo que se tercie, con los pies por los aires, hablando todos a la vez, a gritos y con la boca llena. Sí, porque eso de comer debe formar parte de la escaleta de los programas de tarde un día sí y otro también.
Comen lo que llevan los pobres y a veces adormecidos invitados a quienes reclaman a menudo que se «olvidaron» de los productos típicos de sus lugares de origen. Incluso hay quien lleva «intendencia» para casa, porque además de escasa educación muestran una tacañería ratera.
Si nos fijamos en pautas de comportamiento de los llamados «colaboradores», salta la duda en cuanto a la formación y líneas de conducta. El lenguaje se escapa a un mínimo respeto, con renuncia expresa a lo que pueda influir. Sobre todo, en los más jóvenes, ya que eso de los horarios protegidos y otras milongas, les importa bien poco.
Si repasamos uno por uno/una por una, nos vemos obligados a dudar de cada currículum. En la más elemental formación para aparecer en público, debe contemplarse la educación y el respeto. ¿Se respetan unos a otros en los turnos de intervención? ¿Cuántos insultos por programa se producen? Y cuando enfilan a un personaje o familias completas, llegan a aburrir.
Pues todo eso, forma parte de su trabajo. «Yo trabajo aquí». ¡Hay que ver! ¡Vaya trabajo!. Sí, sí. Y presumen de ello, porque se creen imprescindibles, capaces de arreglar el país. Se permiten lujos de emitir opiniones sin contemplar consecuencias posteriores. Por eso la cadena está pagando indemnizaciones millonarias por difamar, inventar… mentir, en definitiva.
Y lo malo de todo esto es el seguimiento de un sector amplio de la audiencia que les mantiene. Legítimo y respetable, por supuesto, pero engañoso, porque el llamado share o porcentajes, elevan el interés cuando hablan del 15 ó 20%, Sí, pero quiere decir que el 80 u 85 restante, se reparten por otras cadenas. Cuestión de fe.
En definitiva: si los recursos humanos para formar, informar y entretener a través de la pequeña pantalla son los «ejemplarizantes» kikos, milas, javieres, karmeles, etc., que empiecen a dar palos al agua, para que digan que «trabajan». Que, por cierto: se lo llevan crudo, como les gusta decir. Sí. La pasta gansa.
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