• 3 de mayo de 2024

¡Es la guerra, ingenuos!

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Escrito por José María Gruber

{xtypo_dropcap}E{/xtypo_dropcap}l cinismo con que Felipe González trató y trata el tema de Los GAL, a algunos, los que todavía conservan cierto margen para la sorpresa, les levanta ampollas; otros, sin embargo, callan, otorgando, siendo cómplices con su silencio; y los oportunistas de siempre aprovechan la riada para pescar lo que sea con tal que resulte útil para sus fines.

 

La guerra, dicen algunos, es la continuidad de la política por otros medios. El fin justifica los medios. El fracaso de la política, dirían otros. También se puede decir que la política es la continuación de la guerra pero por otros medios. Ahora son los medios los que justifican los fines. ¿Cuántas atrocidades no se están decidiendo «democráticamente»? Lo mismo que alguien dijo «es la Economía, estúpidos» podemos decir ¡es la guerra, ingenuos! para dar a entender que en la economía y en la guerra no hay ni normas ni ética posible. Siempre me impactó, por ridícula, aquella escena de la película «El puente sobre el río Kwai», en que el oficial inglés apelaba a la convención de Ginebra para obtener un trato diferenciado por su condición de militar de graduación. Seguro que el oficial japonés que lo tenía preso sabía inglés pero no entendía aquella postura. ¿Cuántas demandas hay presentadas por las violaciones de los tratados internacionales sobre minas antipersonales, sobre bombas de racimo, sobre bombas de uranio empobrecido y de fósforo blanco, utilizadas por EEUU e Israel contra la población civil de Afganistán, Irak y Gaza respectivamente? ¿Dónde están los celosos fiscales guardianes del cumplimiento de la ley? ¡Es la guerra, ingenuos!

 

Pero, la realidad ha dado un paso más: hoy, gran parte de la política es la sustitución de la guerra, pero siguiendo los métodos de la guerra. Todo vale también en política, incluida la mentira, la manipulación y la tortura.

 

Felipe González «pudo decir sí, pero dijo no». Y, ahora, dice, no sabe si obró correctamente. En el fondo, estará pensando ¡era la guerra! Y todo valía. Pudo dudar, entonces, como persona, al ver a «sus» Barrionuevo, Vera, Galindo y compañía condenados. Pero está claro que la duda la tuvo y aún la tiene como presidente que fue, como militante que era y es del PSOE.»Pudo» porque era Presidente y «dijo no» como Presidente. Con su confesión no trata de descargarse de una angustia vital provocada por ver a «su gente» en la cárcel. Con su confesión nos está diciendo que pudo ser correcto ordenar un acto de terrorismo como hubiese sido «volar a toda la cúpula de ETA en territorio francés». O sea, que pudo ser adecuado hacer política usando medios de guerra.

 

Seguir la guerra por otros medios sería hacer política, pero dialogando, y no necesariamente consensuando, o sea, ese acuerdo donde «todas las partes ceden algo» porque lo importante sea siempre llegar a un acuerdo. Hacer política sería, en su mejor sentido, ponerse de acuerdo, sí, pero en buscar conjuntamente la verdad de las cosas. Porque no todo vale. Sería respetar a las minorías. Sería crear las condiciones que hagan posible que las minorías lleguen a dejar de serlo porque puedan llegar a triunfar sus ideas. En el conflicto vasco, o se termina violentamente porque se considera que es la guerra, o se termina dialogando.

 

Dicen que la primera víctima de las guerras es la verdad. Hacer política con la mentira es lo mismo que hacer la guerra. Y, más aún, si la mentira es fruto de la coacción y la tortura.

 

Vivimos una época en que el Gobierno y la oposición hacen política en base a mentiras y medias verdades. Miente sistemáticamente Zapatero y también miente Rajoy. Mienten sobre la economía, sobre política internacional, sobre derechos humanos. Sobre terrorismo miente a diario Rubalcaba, a quien no hace falta que le mientan los Cuerpos de Seguridad, en sus informes, porque tiene bien claro lo que él y el Gobierno quieren en el tema. Y más va a mentir, a partir de ahora, ya que se le ha encargado que sea él quien transmita las mentiras de todo el Gobierno. Mienten los policías cuando presentan como pruebas declaraciones hechas bajo tortura. Mienten los jueces cuando condenan basándose conscientemente en esas pruebas falsas o, rizando más el rizo, interpretando las «supuestas intenciones» de los delincuentes y prohíben actos antes de que se produzcan. Porque ya no interpretan las leyes, sino que interpretan las intenciones. Se han convertido en especialistas en psicoanálisis más que en leyes. Y eso es un fraude.

 

Tiene que ser difícil, por no decir imposible, ser juez e interpretar la ley con total imparcialidad, cuando los jueces son individuos con sus ideas, sus gustos, sus intereses y preferencias. Pero a ellos nadie los psicoanaliza. Es más, machacona y bastante ingenuamente, nos repetimos a nosotros mismos que los jueces tienen que ser, y son imparciales porque lo dice la Santa Constitución,. Nos conformamos diciendo que los procedimientos y el tiempo ponen a cada uno en su sitio. Pero el daño que puede producir una sentencia injusta por tardía o errónea, o los cientos de detenciones que terminan en libertad sin cargos, o la cantidad de presos que agotan la prisión preventiva sin juicio, en la mayoría de los casos, ese daño es irreparable.

 

¿No es esto lo que hay? El desprestigio de la clase política, cada vez, aparece más arriba en las encuestas.

 

Pero, lo peor, es que nos mintamos a nosotros mismos, conformándonos, aceptando pasivamente como verdadero algo que, por comodidad, no hemos querido juzgar por nosotros mismos. El dicho popular de que tenemos los gobernantes que nos merecemos, siempre tiene algo de verdad.

 

David Laguillo
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David Laguillo

https://www.cantabriadiario.com

David Laguillo (Torrelavega, 1975) es un periodista, escritor y fotógrafo español. Desde hace años ha publicado en medios de comunicación de ámbito nacional y local, tanto en publicaciones generalistas como especializadas. Como fotógrafo también ha ilustrado libros y artículos periodísticos. Más información en https://www.davidlaguillo.com/biografia

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