La corrupción, la indignación y Podemos firmarán el acta de defunción del bipartidismo
La población española está dando por fin claros síntomas de hartazgo ante la corrupción que está incrustada como un cáncer en el sistema político español. Así, de esta forma, escándalo tras escándalo, se explica el imparable ascenso en las encuestas de formaciones como Podemos, liderada por Pablo Iglesias, una formación que, al menos, ofrece la frescura de no estar todavía manchada con la indignidad de la corrupción.
Los grandes partidos tradicionales, como PP y PSOE, tienen a sus espaldas la pesada lacra de la corrupción, en todas sus vertientes, y la solución a priori no parece fácil para ninguna de las dos históricas formaciones.
Populares y socialistas se han venido turnando en el gobierno de España durante décadas después de la instauración de la democracia, ayudados por un sistema electoral cada vez más caduco, y centrado en mantener esa alternancia siempre entre dos. Ahora, sin embargo, todo apunta a que Iglesias y su formación asamblearia tienen muchas posibilidades de entrar en el gobierno, bien en solitario o bien en coalición con el PSOE -la coalición con el PP es muy improbable-.
Esa hipotética entrada de Podemos vendría avalada por la indignación, por el hartazgo ciudadano ante el nepotismo y la corrupción, y rompería de forma definitiva un sistema de alternancia bipartidista que solo ha servido para que el cáncer de la podredumbre moral se instalase con raíces demasiado profundas en nuestra vida política.
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