Perogrullada con premeditación
Escrito por José María Gruber
{xtypo_dropcap}P{/xtypo_dropcap}erogrullo, a la mano cerrada, la llamaba puño. Nunca supe por qué, a las perogrulladas se las consideró una necedad. ¿Quizá porque no añadían nada nuevo a lo ya sabido? ¿O quizá porque simplemente ponían nombre a las cosas? La cosas existen antes de que alguien les ponga nombre. Y alguien tiene que ser el primero en nombrarlas.
El Ministro Rubalcaba nos dice que el atentado de Afganistán ha sido premeditado. Y que, por eso, es un atentado terrorista.
No me imagino un atentado sin premeditación. Es más, creo que no es posible. Ni siquiera que sea espontáneo, hecho por propio impulso. No hay nada absolutamente espontáneo. Siempre hay causas previas, cercanas o lejanas, pero causas. Si no fuese premeditado ni espontáneo, no pasaría de ser un accidente, algo fortuito de lo que involuntariamente resulta un daño. Y estaríamos hablando de otra cosa. Quizá de «daños colaterales».
La Academia define el terrorismo como la sucesión de actos de violencia, ejecutados para infundir terror o, también, la dominación por el terror. Se supone que se trata siempre de actos premeditados, o sea, pensados antes de cometerlos. Establecer las lista de actos violentos que puedan ser considerados como terroristas sería una ardua tarea para la comunidad internacional sin antes definir qué entiende la misma por terrorismo. De hecho, ha habido varios intentos que no han logrado consenso general sobre tal definición. Entre otras cosas, porque meterse en tal berenjenal ponía sobre la mesa algunas dudas sobre la legitimidad y carácter no terrorista de ciertas acciones violentas llevadas a cabo por algunos estados. En algo sí coinciden todos los proyectos de definición, en que se trata de acciones violentas por motivaciones políticas. Y un punto en que no hay acuerdo es si debe incluirse la acción individual o si es necesario que se trate de grupos organizados. No obstante, a pesar de las dificultades de llegar a esa única definición, no han tenido empacho en confeccionar una lista de personas y grupos que deben ser considerados terroristas. ¿Con qué criterio?
En el caso que nos ocupa, que es una auténtica perogrullada (atentado terrorista igual a premeditado) Rubalcaba no ha necesitado entrar en más consideraciones. Lo de menos es saber si pertenecía o no a un grupo organizado, si estaba loco o en su sano juicio, o si pudiera tener alguna motivación política. Tampoco tiene importancia para el Ministro cómo pudo el chófer del Capitán de la Policía Nacional afgana engañar, durante tres años, a la seguridad militar. Nada dijo que pudiera explicar la frialdad de alguien que se cuela en un cuerpo estatal de seguridad, que pasa todos los filtros, que se gana la confianza de sus superiores, que sale airoso en algún momento en que resulta sospechoso, y que es capaz de esperar pacientemente el momento preciso para llevar a cabo su acción. Quizá la consideración de todos estros extremos es lo que impulsó a Rubalcaba a resumirlos precipitadamente en la expresión «premeditado».
Lo más urgente era la perogrullada: ha sido premeditado, luego es un atentado terrorista.
Pero lo que sí parece verdaderamente premeditado es esa prisa de Rubalcaba por incluir la acción violenta en esa corriente mundial que «nos amenaza a todos»: el fantasma del terrorismo. Todo «lo malo» es terrorismo. Es el auténtico slogan de una campaña de los poderes mundiales. Todo lo que atenta contra los estados y/u organizaciones internacionales, sea lo que sea lo que unos y otras estén haciendo, es terrorismo. Y, contra el terrorismo todo es legítimo. Resultan retóricas las advertencias de la ONU sobre el peligro de elegir seguridad a cambio de suspender derechos. La práctica de las naciones demuestra que tales advertencias son papel mojado. En unos casos se suspenden derechos sin más. En otros se fuerza hasta límites insospechados la interpretación de las leyes y, cuando hace falta, se promulgan leyes ad hoc.
¡Qué imagen más cansina la del Ministro Rubalcaba diciendo siempre lo mismo! ¿No le aburrirá que nadie le lleve la contraria? |
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