Una moneda de veinte duros

{xtypo_dropcap}H{/xtypo_dropcap}abrá que volver a coger las viejas costumbres: calcular los precios de las cosas en duros y pesetas. Tal como está la cosa, lo que ya parece claro es que la supervivencia a largo plazo de España dentro del euro es una quimera, lo cual podría llevar al país a recuperar su castiza peseta, o quizá a inventarse otra moneda nueva.
‘Déjame mil duros que voy a echar gasolina’, puede volver a oírse, con la salvedad de que con cinco mil pesetas no llenas el depósito del coche, ni de casualidad.
Pero, cuando llegue la debacle, no debemos olvidar cómo hemos llegado hasta aquí, porqué hemos llegado hasta aquí y sobre todo por culpa de quién hemos llegado hasta aquí. No somos nosotros, los ciudadanos de a pie, los culpables -aunque sí somos los paganini de siempre-, sino que el lío, el lío gordo, lo organizaron los de arriba. Los peces gordos, esos a quienes les da igual si son euros o son pesetas, ellos siguen forrándose siempre pase lo que pase.
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