CANTUR, tercer grado…
Confieso mí desorientación en un asunto que, por otra parte, me aburre, me agota. Y aunque parezca contradictorio, puedo explicarlo. Creo.
Veamos: en un enfrentamiento ¿lógico? entre huestes políticas de diferente calado, Cantabria está marcando unas pautas que sólo un exhaustivo estudio en profundidad, me permitiría averiguar si en otras comunidades ocurre algo parecido. Pero lo dudo, de verdad.
Si empezamos por la reiterada e insistente «herencia» y seguimos avanzando en la noche de los tiempos, nos encontramos día sí, día también, aún en contra de nuestra voluntad, con una comisión de investigación que, en mí reconocida ignorancia en materia de leyes (como en tantas cosas más), me lleva a pensar que si existen indicios de delito deberían ser los tribunales quienes juzguen, previa admisión a trámite de las correspondientes querellas.
Pero aunque sólo sea por curiosidad, me encuentro ante la pantalla del televisor y asisto a una especie de «tercer grado» ó interrogatorio un tanto cruel a uno de los «acusados», como responsable de la empresa pública CANTUR. Las acusaciones son demoledoras si nos atenemos a las cifras que se manejan y que, según el interrogador, se han malgastado o se han perdido, o se han… ¡qué sé yo!.
Pero es que rendido a la curiosidad. Atrapado por las dudas, echo mano de informes previos, hemerotecas (siempre lo digo: ¡qué daño hacen las hemerotecas!) y compruebo que tales interrogatorios son práctica tan habitual como incómoda hacia personas de distintas procedencias. Directores, gestores, constructores, profesionales, almacenistas… interminable. Y en todos los casos, el dinero. El «puto dinero» (con perdón), como causante de unos desencuentros que dicen poco, muy poco de un clima de cordialidad entre quienes supuestamente deberían afanarse en solucionar los problemas y cuidarnos un poco. No se olviden que son nuestros «empleados». Cobran de nuestros impuestos. Y no es que no se lo ganen, pero a veces parece que no, qué quieren que les diga.
Pero nada. Sigo «a la luna de Valencia». ¡Que no me entero, vaya!. Y entre que si son galgos o son podencos, me pierdo en la oscuridad de la tristeza que me produce ver cómo todos van contra todos. Tirándose a la yugular. Con los ojos enrojecidos por el odio y el desafecto.
Y, ¿todos éstos son los que controlan, controlaron o van a controlar los intereses de los cántabros, de nuestros intereses?. Así nos fue, así nos va y sabe Dios cómo nos irá.
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