Crimen perfecto
CRIMEN PERFECTO
A esos viles gobernantes Los que juegan de tal modo
Ejemplares difamantes. Con las pasiones y el lodo
Que a sus súbditos les dan. En un continuo derroche Ejemplo de alma podrida, No merecen, oh astro, verte,
¡Pensando sólo en su vida! Debes de ello esconderte
¡Privando al resto de pan! ¡Dándoles perpetua noche!
Luis Campos Puente, de su Poemario «Pico Vizmaya»
Por Raúl Liaño Garallar
Que es un timo, eso es lo pensamos cada vez más personas, entre las que me encuentro, sobre:
La supuesta «construcción europea»: Unión Europea, la Unión Monetaria, la creación del Banco Central Europeo (BCE).
El nuevo marco mundial de relaciones económicas y de mercado, la llamada Globalización.
No éramos muchos los que desconfiábamos desde el principio de todas las bondades y beneficios que nos iban a traer todos estos «avances» tan progres por el bien común de todos los europeos, pero especialmente de los españoles y de otras nacionalidades como Portugal, Irlanda, Grecia, (quien nos iba a decir que nos acabarían llamando «cerdos», por nuestras iniciales, in english of course, «P.I.G.S».), los que siempre estábamos a remolque de las grandes potencias europeas.
Y si manifestabas tu escepticismo te decían que estabas en contra del progreso y de la evolución natural de la sociedad, de la economía, del libre mercado (ese que especula con los alimentos fundamentales mientras se mueren de hambre miles de personas, sobre todo niños, todos los días).
Al igual que hacen ahora, los resortes más liberales lanzaban sus planes y sus ideas como dogmas de fe, axiomas indiscutibles sobre como tenía que evolucionar Europa y el mundo, siempre pensando, aunque no lo dijeran abiertamente, en términos económicos, de «mercado» (al principio no utilizaron eufemismos y a la UE se le llamó «Mercado Común»). Habían estado urdiendo el plan para Europa desde hacía tiempo, y practicaron las recetas que ahora tienen para nosotros en los años 70 y 80 en América Latina (austeridad salarial, carga impositiva sobre las rentas del trabajo muy superior a las rentas del capital, aumento de impuestos indirectos, recortes sociales sin excepción de los servicios públicos básicos (sanidad, educación, pensiones,…), saqueo de los estados con regalos, perdón, privatizaciones sin control, etc., etc.
Como buenos estrategas, tuvieron la paciencia suficiente, lo que les permitió diseñar el plan de manera detallada, para esperar el mejor momento. Y ese momento tan esperado por los eurófilos y amantes de la globalización llegó con la caída del telón de acero. Con el fin de la guerra fría, la desintegración de la Unión Soviética y la pérdida de influencia de la antigua potencia sobre los países comunistas, el FMI y sus secuaces vieron la ocasión que tanto habían estado esperando y empezaron a trabajar sin prisa pero sin pausa.
Para llevar a cabo sus propósitos, a los primeros que tenían que convencer era a los políticos europeos, para que legislaran y diesen «cobertura legal» y «moral» a sus designios. Así, haciendo un pequeño resumen cronológico, se fue tejiendo la maraña en que nos hemos visto envueltos, y de la que no vemos una fácil salida:
-1993 Tratados de Maastricht, 1998 Tratado de Ámsterdam, 2003 Tratado de Niza, 2009 Tratado de Lisboa, y lo penúltimo, 2011 Pacto de Estabilidad (Pacto del Euro).
Todos estos acuerdos han ido menoscabando la soberanía de los estados miembros de la UE, dejando a los dirigentes políticos como meras marionetas en manos de «los mercados» (banca, multinacionales y fondos de inversión especulativa), que obligan a los gobiernos a aplicar medidas autodestructivas que no hacen sino empeorar cada vez más la situación y frenar la recuperación y el crecimiento económico: bajan los salarios, descienden las ayudas y prestaciones sociales, empeoran los servicios públicos y disminuyen o desaparecen la inversiones públicas amparándose en la crisis, lo que «justifica» las privatizaciones de los servicios básicos, (os suena verdad, como dije antes, pasó en América Latina en los 70 y 80). Con todo ello se reduce el consumo, lo que hace que se incremente el paro, el estado recauda menos, y la reducción de los ingresos se intenta paliar en el corto plazo (pan para hoy y hambre para mañana), con el saqueo, perdón, la privatización de lo que pueda quedar público, como el regalo que va a hacer nuestro gobierno con las Loterías y Apuestas del Estado, uno de los negocios más lucrativos y seguros que tiene nuestro país, y por el que, BBVA y Banco Santander, entre otros, están dándose «navajazos» por hacerse con el botín.
La última vuelta de tuerca la hemos vivido al final del mes de agosto, todavía aletargados y resacosos después del periodo vacacional por excelencia en España (quienes hayan podido disfrutar de unos días de asueto y relax, y desconectar de los problemas, seguro que sus señorías del Congreso son de estos privilegiados).
Seguro que no ha sido casualidad la «agosticidad» para llevar a cabo el mayor ataque a la soberanía popular llevado a cabo durante la democracia: la mercantilización de nuestra Constitución, por decisión tomada por personas y entes ajenos a la ciudadanía española y que no hemos tenido la oportunidad de elegir en ningún proceso democrático (Merkel, Sarkozy, BCE, FMI, los temidos y «desconocidos» «mercados»). Y es que han decidido por nosotros incluir en nuestra Carta Magna el maná del neoliberalismo: la austeridad, la contención del gasto, es decir, el ahorro obligatorio, principalmente, en inversiones sociales y públicas. Esto limita y obliga a futuros gobiernos, sean de la ideología económica que sean, a llevar a cabo políticas de gasto marcadas por la doctrina que impera en la actualidad a nivel mundial. Menos mal que con esta medida se perseguía calmar momentáneamente la sed de sangre que tienen los mercados, pues al día siguiente de votarse en el Congreso (2 de septiembre), la prima de riesgo subió a 311 puntos, y 3 días después la presidenta del FMI alertó de una posible recesión en toda Europa.
Tienen muy claro, como los fundamentalistas de cualquier religión, que sus axiomas son los verdaderos y no hay otras verdades más que la suya, que no hay otras alternativas, y con todos sus poderes fácticos y mediáticos hacen que esa idea acabe calando en una gran parte de la sociedad. ¿Cómo van a tener razón algunos lunáticos: premios nobel de economía, catedráticos de Hacienda Pública, técnicos de Hacienda, algunos Ex Secretarios Generales de Hacienda,…? ¡Vaya majaderos y panda de chalados! ¡Que dicen que hay otras alternativas diferentes a las nuestras, venga ya, no nos vamos a detener ni a escucharlas, que pérdida de tiempo (y de dinero)!
Y es que no son pocas las voces de reputados expertos y profesionales de la ciencia monetaria (Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Dean Baker, etc), que claman contra las medidas que se están llevando a cabo, y con las que comparto, sin necesidad de ser muy docto en la materia, la mayoría de sus propuestas y alternativas, que haberlas hay las, desarrolladas y variadas.
El principal análisis y fundamento en el que se basan la mayoría de los «herejes» que osan discrepar de la verdad suprema, es que la crisis que padecemos en toda Europa, pero de manera más acuciada en países como el nuestro, es principalmente de ingresos, y sacan esta conclusión de datos que son irrefutables (sacados de las estadísticas del Ministerio de Economía y Hacienda), algunos de los cuales os quiero dejar:
España es el país de la UE-15 que menos recauda, menos, incluso, que Grecia
Los últimos 15 años (1994-2008) el tipo impositivo a las rentas altas ha bajado del 49 al 30%
A lo anterior sumamos mecanismos de elusión y evasión, según Jose María Molinero, Técnico de Hacienda, «Los ricos tributan a través de empresas menos del 10%, y con un buen asesoramiento, casi no tributan»
El 80% de los ingresos del estado provienen de las rentas del trabajo (asalariados), y menos del 20% de las rentas del capital
Por esa falta de ingresos, el Estado tiene que pedir dinero prestado y aquí es donde intervienen los bancos y los grandes grupos de inversión y especulación, que a su vez capitalizan esos entes privados llamados Agencias de Calificación (Moody´s, Standard and Poor´s, Fitch), que actúan beneficiando a sus dueños antes mencionados, bajando la confianza en los bonos subastados por los países para financiarse, con lo que consiguen que se les pague su inversión a un interés más alto.
Esas mismas agencias de (des)calificación, a pesar de su subjetividad y de errores mayúsculos cometidos en el pasado (un ejemplo claro es que otorgaron la mayor puntuación a «Lehman Brothers» un mes antes de quebrar), se les da toda la credibilidad por parte de los mercados, pues al fin y al cabo son una creación de ellos mismos. Y esta es la trampa en la que nos han metido, el laberinto del que sólo saldremos con la concienciación de toda la sociedad, española y europea, haciendo ver a todos los ciudadanos que estamos a tiempo de enderezar el rumbo de nuestro destino, que si no luchamos y nos conformamos y caemos en la resignación nos van a pasar por encima. Me echo a temblar viendo la política de recortes que empiezan a llevar a cabo en Castilla La mancha, que además no disimulan. Al menos tendremos que agradecerles la sinceridad, pues ya nos avisan que cuando ganen las elecciones lo van a extender al resto de España, y tienen la cara dura de decir que eso no va a suponer recortes sociales (lo que no ha sufrido ningún recorte son los 3 sueldos del erario público que cobra la presidenta de la peineta).
A nivel mundial, una de las más clara demostraciones de la falta ética y escrúpulos de la tan traída globalización es la grave situación que atraviesan los países del cuerno de África, especialmente Somalia. Nos llegan imágenes que no puedo ni mirar por su crueldad y a la vez oigo que hay que calmar a los mercados, de la necesidad de medidas urgentes para que no se pongan nerviosos, de lo perentorio que es la
modificación de la Constitución para generar confianza a esos usureros y traficantes sin escrúpulos (eso son para mí los mercados), que son capaces de especular incluso con los productos más básicos (cereales, arroz, medicamentos,…), con tal de engordar más sus cuentas de resultados.
Como he dicho anteriormente, espero y deseo que toda la sociedad se desperece y se inicie la lucha para evitar que perdamos los derechos sociales y laborales que tanto les costaron conquistar a otras generaciones, y que están y quieren seguir eliminando. Por eso, concluyo con una de las frases que más me ha gustado de todas las que han aparecido en las diferentes plazas de nuestro país durante las movilizaciones de los últimos meses:
«Mañana tal vez tenga que sentarme frente a mis hijos y decirles, que fuimos derrotados, que no supimos como hacer para ganar. Pero no podría mirarlos a los ojos y decirles que ellos viven así porque yo no me animé a luchar»
Raúl Liaño Garallar – Delegado comarcal de CCOO en Torrelavega
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